Manuel Noriega, el hombre fuerte que nunca fue presidente
El ex dictador, quien murió a los 83 años, estuvo enfrentado aparentemente a Estados Unidos y la vez vinculado a la CIA y al narcotráfico.
El ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega, quien murió anoche a los 83 años en un hospital de Ciudad de Panamá, fue el hombre fuerte de los últimos 30 años de historia panameña aún sin haber sido jamás presidente, enfrentado aparentemente a Estados Unidos y la vez vinculado a la CIA y al narcotráfico, cuestiones estas que lo confinaron a pasar la mitad de su vida preso informó Télam.
Nació el 11 de febrero de 1934 en Guachimango, un suburbio de la ciudad de Panamá, estudió en la Escuela Militar de Perú y a comienzos de 1956 ingresó en la Guardia Nacional panameña.
Doce años más tarde, con el grado de mayor, revistaba en la provincia Chiriquí, fronteriza con Costa Rica, cuando se produjo el golpe de Estado que posibilitó el acceso al poder del general Omar Torrijos.
Haber apoyado ese movimiento le fue recompensado con el ascenso a teniente coronel y el nombramiento como jefe del Servicio de Inteligencia de la Guardia Nacional.
Según varios investigadores, desde ese puesto Noriega alentó el narcotráfico hasta que fue captado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) estadounidense, que financió sus actividades y colaboró con su ascenso al poder.
Pero nada de eso era público cuando en 1981, tras la muerte de Torrijos, Noriega heredó la jefatura de hecho de las Fuerzas Armadas y del poder político del país, pese a que, igual que su antecesor, jamás desempeñó el cargo de presidente.
A mediados de 1982 propició la renuncia del presidente Arístides Royo y desde entonces promovió y despidió mandatarios con inusual frecuencia, sin perjuicio de que se mantuviera la apariencia de legalidad constitucional.
A Nicolás Ardito Barletta lo obligó a renunciar en septiembre de 1985, pocos días antes de que cumpliera un año en la presidencia y un día después de que anunciara la formación de una comisión para investigar el asesinato del médico y guerrillero Hugo Spadafora.
Spadafora venía denunciando el vínculo entre Noriega y el narcotráfico. Fue asesinado por las Fuerzas de Defensa -el dictador rebautizó así a la antigua Guardia Nacional- y su cuerpo decapitado apareció cerca de la frontera con Costa Rica.
En 1986, Noriega ordenó el retiro del número dos de las Fuerzas de Defensa, coronel Roberto Díaz Herrera, quien un año más tarde se convertiría en una pesadilla para aquél, pues lo acusó de haber hecho fraude electoral en 1984 y de haber tenido que ver en la muerte de Torrijos, que oficialmente fue producto de un extraño accidente aeronáutico.
En febrero de 1988 se presentaron cargos por narcotráfico contra Noriega en Tampa y Miami, Estados Unidos. El presidente panameño, que era entonces Eric Delvalle, intentó destituirlo pero la Asamblea Nacional (parlamento) no se lo permitió.
Derrocado Delvalle, quien se refugió en Estados Unidos, se designó "ministro encargado" de la presidencia al hasta entonces ministro de Educación, Manuel Solís Palma, aliado de Noriega.
El gobierno estadounidense, a cargo de George Bush (padre), intentó negociar condiciones para que Noriega fuera alejado del gobierno, pero no prosperaron. A fines de septiembre, Solís Palma acusó a Estados Unidos ante la ONU de agresión contra Panamá.
El 7 de mayo de 1989 hubo elecciones presidenciales. Se suponía que ganaría el opositor Guillermo Endara pero las autoridades no lo reconocieron. La oposición denunció fraude, hubo protestas callejeras y el gobierno anuló los comicios por "interferencia extranjera".
En septiembre se declaró presidente al oficialista Francisco Rodríguez Poveda. En octubre hubo una sublevación fallida contra la cúpula militar. La encabezó el mayor Moisés Giroldi, ahijado de matrimonio de Noriega. Fue asesinado, igual que otros oficiales participantes, en la llamada masacre de Albrook.
La Asamblea Nacional otorgó poderes especiales a Noriega y lo designó jefe del gobierno, mientras declaró a Panamá en estado de guerra contra Estados Unidos.
El 19 de diciembre, tropas estadounidenses bombardearon simultáneamente todas las bases militares panameñas. Fue el comienzo de la llamada "Operación Causa Justa", una invasión que duró dos semanas y provocó entre 3.000 y 5.000 muertos, en su gran mayoría civiles.
Noriega se refugió primero en la casa de una amante y luego en la sede de la nunciatura apostólica, hasta que se entregó el 3 de enero de 1990. Al día siguiente fue llevado en avión a Miami, donde se lo apresó a la espera de que fuera juzgado. Se dijo entonces que en su casa habían quedado 8,2 millones de dólares en bolsas del Banco Nacional junto a su pasaporte y sus tarjetas de crédito.
Fue condenado a 40 años de prisión como prisionero de guerra y absuelto de los cargos de narcotráfico. Más tarde se le redujo la pena a 30 años y se autorizó el descongelamiento de seis millones de dólares de sus cuentas, pese a que nunca pudo explicar cómo poseía lícitamente esa cantidad de dinero.
Mientras tanto, en Panamá, Noriega fue condenado en ausencia a 20 años de prisión como instigador del crimen de Spadafora.
En 2009, Estados Unidos concedió la extradición de Noriega a Francia, donde tenía una condena a 10 años de prisión por lavado de dinero.
Finalmente, con el visto bueno de Estados Unidos, Francia resolvió otorgar la extradición del ex dictador a Panamá, a donde llegó el 11 de diciembre de 2011.
Desde entonces estuvo recluido en el centro penitenciario El Renacer, donde cumplía tres condenas que sumaban más de 60 años por la desaparición de un guerrillero, la muerte de un militar y una masacre.
También fue procesado por su presunta responsabilidad en la muerte de un dirigente izquierdista, pero el comienzo de ese juicio estaba suspendido desde hacía un año por la Corte Suprema de Justicia, debido a los problemas de salud que padecía Noriega.